Comparto este texto cortito que se relaciona con el texto de Teihard. Sobre como VER. Abrir los ojos de mis ojos, los parpados de mis parpados.

El complicado acto de Ver. Rubem Alves
Ella entró, se tumbó en el sofá y dijo: “Creo que me estoy volviendo loca”. Estaba en silencio esperando que ella revelara los signos de su locura. “Uno de mis placeres es cocinar. Voy a la cocina, corto las cebollas, los tomates, los pimientos, ¡es una alegría! Sin embargo, hace unos días, fui a la cocina a hacer lo que había hecho cientos de veces: picar cebollas. Acto ordinario sin sorpresas. Pero, corté la cebolla, la miré y me asusté. Me di cuenta de que nunca había visto una cebolla. Esos anillos perfectamente ajustados, la luz reflejándose en ellos: tuve la impresión de que estaba viendo el rosetón de una ventana de catedral gótica. ¡De repente, la cebolla, un objeto para comer, se convirtió en una obra de arte para ser vista! Y lo peor es que sucedió lo mismo cuando corté los tomates, los pimientos … Ahora, todo lo que veo me sorprende ”.
Ella guardó silencio, esperando mi diagnóstico. Me levanté, fui a la estantería y saqué las “Odas Elementales” de Pablo Neruda. Busqué “Oda a la cebolla” y dije: “Este trastorno ocular que la afectó es común entre los poetas. Mira lo que dijo Neruda sobre una cebolla como aquella que te hizo preguntarte: “El agua se levantó con escamas de cristal”. No, no estas loca. Tienes los ojos de una poeta … Los poetas enseñan a ver ”.
Ver es muy complicado. Esto es extraño porque los ojos, de todos los órganos sensoriales, son los más fáciles de entender científicamente. Su física es idéntica a la física óptica de una cámara: el objeto en el exterior aparece reflejado en el interior. Pero hay algo en la visión que no pertenece a la física.
William Blake lo sabía y dijo: “El árbol que ve el sabio no es el mismo árbol que ve el tonto”. Lo sé por experiencia. Cuando veo los árboles florecientes, me siento como Moisés ante la zarza ardiente: hay una epifanía de lo sagrado. Pero una mujer que vivía cerca de mi casa decretó la muerte de un ipê que floreció frente a su casa porque ensuciaba el piso, era mucho trabajo para su escoba. Sus ojos no vieron la belleza. Solo vieron la basura.
Adélia Prado dijo: “Dios ocasionalmente me quita poesía. Miro una piedra y veo una piedra”. Drummond vio una piedra y no vio una piedra. La piedra que vio se convirtió en un poema.
Hay muchas personas con vista perfecta que no ven nada. “No es suficiente no ser ciego para ver árboles y flores. No es suficiente abrir la ventana para ver los campos y los ríos”, escribió Alberto Caeiro, el heterónimo de Fernando Pessoa. Ver no es natural. Necesita ser aprendido. Nietzsche lo sabía y dijo que la primera tarea de la educación es enseñar a ver. El budismo zen está de acuerdo, y toda su espiritualidad es una búsqueda de la experiencia llamada “satori”, la apertura del “tercer ojo”. No sé si Cummings se inspiró en el budismo zen, pero el hecho es que escribió: “Ahora los oídos de mis oídos se han despertado y ahora los ojos de mis ojos se han abierto”.
Hay un poema en el Nuevo Testamento que informa el viaje de dos discípulos en compañía del Jesús resucitado. Pero no lo reconocieron. De repente lo reconocieron: cuando partió el pan, “se le abrieron los ojos”. Vinícius de Moraes adopta el mismo lema en “Operário em Construção”: “De modo que, un día, en la mesa cuando cortaba el pan, el trabajador se sintió abrumado por una emoción repentina, cuando se dio cuenta de que todo lo que había en esa mesa, botella, plato, machete él lo hizo. Él, un humilde trabajador, un trabajador en construcción”.
La diferencia se encuentra en el lugar donde se guardan los ojos. Si los ojos están en la caja de herramientas, son solo herramientas que utilizamos para su función práctica. Con ellos vemos objetos, letreros, nombres de calles, y ajustamos nuestra acción. Ver está subordinado al hacer. Es esto necesario. Pero es muy pobre. Los ojos no disfrutan…. Pero cuando los ojos están en la caja de juguetes, se convierten en órganos de placer: juegan con lo que ven, buscan el placer de mirar, quieren hacer el amor con el mundo.
Los ojos que viven en la caja de herramientas son los ojos de los adultos. Los ojos que viven en la caja de juguetes de los niños. Para tener ojos juguetones, es necesario tener hijos para nuestros maestros. Alberto Caeiro dijo que aprendió el arte de ver con un niño pequeño, Jesucristo huyó del cielo, volviéndose niño nuevamente, para siempre: “Él me enseñó todo. Me enseñó a mirar las cosas. Señalarme a todas las cosas en las flores. Muéstrame lo divertidas que son las piedras cuando las tienes en tu mano y míralas lentamente ”.
Por esta razón, porque creo que la primera función de la educación es enseñar a ver, me gustaría sugerir que si se creara un nuevo tipo de maestro, un maestro que no tendría nada que enseñar, pero que se dedicaría a señalar las guaridas que crecen en las desviaciones de banalidad cotidiana. Como el poema del niño Jesús de Caeiro. Tu misión sería entregar “ojos de vagabundo” …
– Rubem Alves, crónica “El complicado arte de ver”. publicado originalmente en Folha de S. Paulo, 20/10/2004.
“EL ACTO DE VER NO ES UNA COSA NATURAL. NECESITA SER APRENDIDO.